Eran las 06:30 de la mañana, pocas     veces Patricia 
-una niña de siete años- despertaba a esa hora para saltar de la cama y 
correr al patio central de la casa de sus abuelos, en Capinota, para 
integrar la tropa que saldría a recolectar     leña al monte; pero la 
ocasión lo ameritaba. Luego de medio día de caminata    y una serie de 
aventuras y travesuras vividas, los niños retornaban al hogar con varios
 amaros de ramas, leña y tuntusa (arbusto). Ahora sólo tenían que 
esperar que caiga la noche para reunirse alrededor de la fogata y jugar 
con los amigos atizando hasta terminar todo lo recolectado.
Patricia fue acumulando los recuerdos año tras año, y 
de pronto la vivencia cambió de escenario, ahora se trataba de armar la 
fogata en la ciudad y poco a poco se incrementaban más y más elementos, 
como ser: estrellitas de bengala, petardos, cuetes, rasca piquis y 
-claro en una sociedad como la cochabambina- no podía faltar la comida, y
 si la económía del hogar lo permitía comer un hot dog acompañado de un 
té caliente.
Así como Patricia, la mayoría de los cochabambinos 
esperaba con ansias la noche del 23 de junio para compartir en familia y
 con los vecinos alrededor de una fogata; para así mitigar el frío de lo
 que se conocía como “la noche más fría del año”.
ORIGEN DE LA FIESTA 
 No se sabe a ciencia cierta cuál fue el origen de la “Noche de San 
Juan”, pero sí se conoce que era una de las festividades más antiguas 
que solía estar ligada a la llegada del Solsticio de Invierno en el 
hemisferio sur, cuyo rito principal consistía en encender una hoguera. 
Según investigadores de las tradiciones, este rito tenía la finalidad de
 "dar más fuerza al sol" que, a partir de esos días, iba haciéndose más 
"débil" y,  por ende, eran más cortos. 
Jose Antonio Rocha, 
docente de la   carrera de Antropología y Decano de la facultad de 
Ciencias Sociales de San     Simón asegura que, según los cronistas de 
la época, un rito similar se realizaba antes de la llegada de los 
conquistadores españoles. Precisamente en los escritos del cronista 
Garcilazo de la Vega se describe una festividad en la que los antiguos 
habitantes de estas tierras celebraban un rito particular, más o menos a
 finales de junio, denominada “Situaquis”. 
Allí narraba como los
 habitantes salían a las calles en una procesión nocturna, llevando en 
las manos antorchas encendidas y mantenían la vigilia durante toda la 
noche. Al llegar los primeros rayos del Sol los pobladores, -de manera 
simbólica y gestual-, se golpeaban la espalda, y para finalizar la 
festividad se lavaban el cuerpo con agua, relata Rocha; ya en aquel 
entonces el estigma de la pureza ya rondaba a la festividad de San Juan.
 
fiesta mundial 
Se sabe que a lo largo y ancho de todo 
el planeta existían pueblos que tenían conocimientos de astronomía y por
 ende celebraban alguna fiesta relacionada con el Sol; por ejemplo: el 
pueblo Inca, del Perú, festejaba su festividad primordial al Sol en la 
impresionante explanada de Sacsahuamán, cerca de Cuzco. 
La fecha
 “coincidente” era el 24 de junio, y la fiesta se denominaba 
“Inti-Raymi” o la “Fiesta del Sol”, la cual giraba en torno al 
ensalzamiento del fuego que también es un canalizador para purificar los
 pecados del hombre. El cristianismo fue pródigo en sincretizar viejos 
cultos paganos. El origen se remonta a los tiempos bíblicos con la 
historia.
apropiación de la celebración
Como en casi todos
 los países colonizados, los habitantes de Bolivia también se van 
apropiando de festividades católicas gracias a la presencia de los 
colonizadores españoles.
De acuerdo al contexto histórico 
religioso elaborado por la investigadora Rosa Elena Novillo el 24 de 
junio marca el nacimiento de San Juan el Bautista, hijo de Zacarías y de
 Isabel, prima de la Virgen María, quien luego se convertiría en 
predicador y que además bautizaría a Jesús en las aguas del Jordán. 
Según
 algunas creencias populares dicen que en la víspera del 23, a la media 
noche, todas las aguas son bendecidas y adquieren poderes especiales, 
como curar enfermedades, purificar el alma y brindar protección a la 
gente y por ello algunas personas se mojaban. Es así como estos dos 
símbolos, -fuego (del Espíritu Santo) y agua (de bautizo)- originan las 
costumbres y tradiciones populares de la noche de San Juan.
Según
 el antropólogo José Antonio Rocha la Iglesia católica no encontró 
frenos al instituir esta festividad, puesto que no tenían problemas en 
asociar esos elementos en las comunidades campesinas e indígenas.
 SAN Juan EN TOTORA
Según
 José Antonio Rocha el valle cochabambino se preparaba con mucha euforia
 y anticipación, puesto que para estos habitantes en el fondo esta 
festividad se trata de reponer un tema de manejo simbólico, es decir de 
la “recuperación” de una tradición ancestral pero practicada a través de
 la Iglesia católica. 
La historiadora Rosa Elena Novillo relata 
que los jóvenes y niños de Totora comenzaban a prepararse faltando 
cuatro a seis semanas antes, acopiando la ch’aphra (tallos delgados de 
los arbustos que sirven de combustible, que son útiles para prender 
fuego y hacer fogatas) y también la planta del “luí luí”, el cual al ser
 expuesto al fuego reventaba como cuetillo; estos arbustos eran 
transportados desde diferentes zonas aledañas a la población como la 
ch’akatea.
comida y JUEGOS CALIENTES
Según las 
creencias populares San Juan es la noche más fría del año, era una razón
 suficiente para organizar fogatas gigantes con leña que no contamina y 
que además la ceniza y la brasa era aprovechada para preparar el qholly 
(cocinar patatas, yuca, carne, pescado); el procedimiento era sencillo 
metían los alimentos en una olla y se enterraba en un hoyo que se cubría
 con la ceniza, el producto de esta cocción se ofrecía a los miembros de
 la familia a media noche; por lo general el plato consistía en charque 
asado a las brasas, el cual se suavizaba martajando la carne, además de 
las verduras u hortalizas, sin dejar de mencionar la llajwita; todo esto
 se acompañaba de ponches, té con té, cócteles de fruta o la tradicional
 chicha del valle.
Rocha asegura que las comidas nocturnas 
variaban de acuerdo a la zona y su producción agrícola, en algunos casos
 no cocinaban carnes pero sí colocaban papas y a veces huevos.
De
 acuerdo a José Antonio Rocha esta fiesta era una celebración familiar, 
en la que todos participaban. Actualmente la sociedad moderna introdujo 
otro tipo de alimentación pero en realidad lo importante es compartir.
También
 existían los juegos, Rosa Elena Novillo cuenta que a los jóvenes 
totoreños les gustaba saltar sobre la fogata haciendo alarde de su 
espíritu atlético, que era festejado con aplausos de los invitados que 
estaban sentados alrededor de las hogueras, que eran inmensas columnas 
de llamas, que iluminaban y calentaban la pequeña ciudad, acompañados 
con la música, comida y bebida.
Algo significativo e importante 
es que en aquel pueblo colonial la tradición mandaba que los niños y 
jóvenes puedan jugar con agua.
No se debe olvidar que el agua era
 uno de los elementos de purificación de la celebración como tal que 
perdió su práctica y por ende su esencia mucho antes de la prohibición 
de las fogatas, aunque según el antropólogo Rocha la esencia de 
purificación aún se mantiene en algunas comunidades de los valles. 
Además de la adquisión de elementos decorativos para adornar a las 
ovejas, cabras y aves de corral con la idea de que se multipliquen, todo
 esto canalizado a través del rito de la q’oa.
del pueblo a la ciudad
La fogata era un elemento que también se realizaba en la ciudad, con otros matices pero con el mismo sentimiento. 
Antiguamente
 las fogatas eran reducidas pero se realizaban en cada puerta, por ello 
todos se encargaban de acopiar muebles viejos o ir a comprar leña de la 
Calatayud, aunque también se quemaba cualquier objeto que representara 
un mal recuerdo; de esta manera se vaticinaba un mejor año.
Poco a
 poco comenzaron a ingresar otro tipo de materiales de combustión como 
ser llantas, zapatos y más. Objetos que poco a poco comenzaron a 
contaminar el medioambiente es así que se prohibió el encendido de las 
fogatas.
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