En una de las salas de recuperación de hospital Arco Iris, una mujer 
joven, de aspecto frágil, reposa en una de las camas. Está conectada a 
un respirador artificial y en la cabecera de su lecho penden 
innumerables cables que hacen parte de su tratamiento médico.
Es Hilda Mendoza, tiene 31 años y es una de los ocho heridos del 
accidente en el Carnaval de Oruro que fueron  trasladados de emergencia a
 la ciudad de   La Paz. Su cuadro era el de mayor gravedad "porque tenía
 la columna partida y desplazada, lo que afectó su médula. Corría el 
riesgo de quedar parapléjica”, de acuerdo al informe del neurólogo Mirko
 Mantilla.
	Hace cuatro días fue sometida a una cirugía que duró más de cuatro 
horas y en la que participaron neurocirujanos y traumatólogos. Hoy se 
encuentra en etapa de "evolución” y en estado "déficit” porque los 
movimientos de sus pies aún son débiles.
En otra sala del mismo hospital se encuentra su esposo Clíder 
Gutiérrez. Sus heridas son menores, pero aún no puede movilizarse . 
Desde su habitación se comunica con Hilda por teléfono y  mensajes de 
texto. Los médicos hacen de cupidos, llevando y trayendo recados de los 
esposos.
	La pareja tiene un año y tres meses de matrimonio. Se unieron por lo 
religioso en La Gruta de la ciudad de Sucre, de donde son  oriundos. En 
estos días debían estar en Machu Picchu, renovando sus votos de 
matrimonio para después, en abril, partir a España  donde radicarían en 
Palma de Mallorca. Ahora nada de eso es posible.
	"No podemos hacer nada, porque la recuperación de mi esposa tardará 
entre seis meses y un año. Ahora todo para nosotros es incierto”, 
expresa Clíder.
	Hilda atraviesa por un cuadro de depresión y aunque lucha por 
recuperarse no encuentra norte a su vida, que estaba llena de planes 
junto a su esposo.
	  "En este momento ya no sé lo que haré, lo único que quiero es 
recuperar la movilidad de mis piernas y esa vitalidad que tenía, luego 
pensaré en lo demás”, dice.
	"Muevo los dedos del pie  izquierdo, pero no la pierna. La pierna 
derecha está bien. Estoy muy agradecida con los médicos de acá, son mis 
ángeles”, añade con    mirada de  gratitud.
	El sábado 1 de marzo, una  pasarela, ubicada en la avenida 6 de Agosto 
de Oruro, se desplomó sobre espectadores, bailarines y músicos que 
participaban de  la Entrada del Carnaval. P roducto del accidente se 
registraron cinco personas fallecidas  y casi un centenar de heridos.
	 Clíder asegura  que cambiaría su lugar por el de su esposa. Sin 
embargo,  piensa que  se sentiría peor si él  no hubiese estado con 
ella.  Hilda y su esposo se encontraban en el lugar, esperando que el 
hermano de ella pasara bailando con los caporales de San Simón.
La joven, psicóloga de profesión,  aún se estremece y llora al 
recordar esa  tarde. "Sentí como si la tierra me absorbiera y en un 
segundo se vi en medio de gente aplastada y ensangrentada que gritaba, 
pedía auxilio”, cuenta.
	"No podía mover los pies. Pedí ayuda a un muchacho, cuya  novia estaba 
desmayada. Le agarré de la mano, le rogué que me sacara, mientras otros 
gritaban que la pasarela se seguía derrumbando, yo no quería morir. Me 
sacó de un jalón, como a un trapo, y me dejó en la acera. Otras 
personas  sacaron a mi esposo”, relata con la voz quebrada.
Entre el dolor físico y el del robo
	Cuando Hilda Mendoza y Clíder Gutiérrez lograron salir del montón de 
fierros, troncos y palos que los tenían atrapados fueron auxiliados por 
unas niñas y "un joven de polera blanca”.
	"El joven me levantó y pedía paso para llevarme a un taxi”, recuerda Hilda.
	Ya en el vehículo la llevaron a la clínica General, donde no estaban preparados para tal emergencia.
	"Yo gritaba  y me retorcía de dolor, pero no había calmantes. Una 
enfermera me preguntó si tenía dinero para comprar calmantes. Encontré 
100 bolivianos y ella fue a comprar”, relata.
	En el lugar descubrió que le habían robado todo el dinero que llevaba 
en la cartera, teléfonos celulares y cámaras fotográficas.
	Hilda aún tiene grabada en  su mente toda la confusión que se desató en
 ese nosocomio. "Se oían gritos y me dio  tanto miedo de que me pasara 
algo que pedí que me llevaran a otra clínica. Una enfermera me dijo al 
oído: pide que te lleven a la clínica Cristo Rey. Comencé a gritar y 
suplicar que me llevaran a ese lugar. Ahí descubrí que  estaba mi esposo
 y pedí quedarme”.
	 Hilda y su esposo fueron trasladados en un avión  a la ciudad de La Paz.
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